“He vuelto de vacaciones y estoy triste y cansada todo el tiempo. No me apetece ir al trabajo, estoy irritable y me cambia el humor bruscamente. Los días se me hacen eternos, me cuesta concentrarme y mantener la atención en las reuniones e incluso cuando me hablan. Estoy absolutamente desmotivada, pienso cosas negativas con frecuencia y eso hace que me enfade y tenga una mala actitud. Además, he llegado de la playa pensando en ponerme a dieta pero soy incapaz de controlarme, a veces como mucho, otras veces no tengo hambre. Y, para colmo, me meto en la cama…¡y no me puedo dormir! Al día siguiente me duele la cabeza y vuelvo a estar cansada e irritable. No sé qué me pasa, debería estar estupenda, sólo hace una semana que volví de vacaciones.”

¿Os es familiar este estado? Podemos tener todos estos síntomas o sólo algunos, es lo que conocemos como estrés postvacacional.
El estrés postvacacional es un proceso de adaptación físico y mental, que suele durar alrededor de un mes, por el que pasamos cuando retomamos nuestra rutina después de las vacaciones. Durante este periodo de ocio y descanso, desajustamos nuestro reloj biológico, dormimos más horas, nos acostamos y nos levantamos más tarde, comemos más y, habitualmente, peor y, lo más importante, hacemos lo que queremos cuando queremos, con rutinas mucho más flexibles y ajustadas a nuestros deseos inmediatos. Lo lógico sería pensar que vamos a volver a la actividad descansados, frescos y con energía, sin embargo, no es así. La realidad es que estamos peor que si no hubiéramos estado de vacaciones.

¿Y qué hago? ¿No me voy de vacaciones? No, esa no es la solución.
Siempre que volvemos de un periodo de ocio vamos a tener cierta sensación de nostalgia, y cuantos más días sean, más dura es la reincorporación. Sin embargo, sí hay ciertas cosas que se pueden hacer para que este choque con la realidad sea menos brusco.

Para empezar, volver dos o tres días antes a casa. Este pequeño detalle ayuda al cerebro a adaptarse. Tienes tiempo para preparar tu espacio, deshacer maletas, lavar ropa, hacer compra, etc. No suena muy vacacional, pero a la vuelta del primer día de trabajo se agradece no tener la casa llena de maletas, tener ropa que ponerte al día siguiente y algo de comida en la nevera. Si reflexionamos un momento, nos daremos cuenta de que lo hacemos cuando tenemos niños para que ellos se adapten, vuelvan a la rutina, pero ¿por qué pensamos que a los adultos no nos afecta? Igual que los más pequeños, nosotros necesitamos adaptación.
Es importante, sobretodo el primer mes de vuelta, disfrutar del tiempo de ocio, del tiempo en familia y realizar actividad física (andar, correr, ir al gimnasio). Si es posible, y para quien le guste, vamos a añadir actividades que nos resulten relajantes como el yoga, leer o escuchar música. Y, también, debemos cuidar nuestra vida social, que nos ayuda a aumentar el estado de ánimo.
Además, tenemos que devolver a nuestro organismo a la rutina, por lo que es muy recomendable seguir una dieta equilibrada y readaptar el ciclo sueño-vigilia, para lo cual nos ayudará acostarnos y levantarnos a la misma hora todos los días, intentar dormir ocho horas, no dormir la siesta y evitar excitantes y alcohol.
Hay que volver al día a día con proyectos personales y laborales nuevos, fuertes y que nos motiven. Marcar objetivos a largo plazo y desglosar nuestras metas en objetivos a medio y corto plazo, nos ayuda a mantener la cabeza ocupada y eliminar esa sensación de nostalgia. Estos objetivos deben ser, ante todo, realistas tanto en contenido como en tiempo.

Si gestionamos nuestro tiempo de una forma adecuada, dándole relevancia a las actividades importantes (aquellas con valor personal) y cumpliendo las actividades urgentes (aquellas con fecha límite), nos sentiremos tremendamente productivos y satisfechos. Y si miramos los problemas con perspectiva, buscando soluciones y aplicándolas, ahorraremos mucho tiempo y energía porque no nos preocuparemos por aquellos asuntos que, al menos en el momento actual, no tienen solución. 
Por último, el aspecto emocional es muy importante. Afronta tu vida con una actitud positiva, sea la vida que sea, con la rutina que te toque. Estar enfadado con la situación no va a cambiarla, sólo empeorará tu día a día.

Finalmente, si los síntomas se mantienen más allá de dos meses consulta a un profesional, no hay necesidad de sufrir si nosotros podemos ayudarte. 


Lda. Amalia Sabri Pérez



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