Emociones I: los hombres también lloran
¿Qué son la emociones?
La emoción es un fenómeno o proceso que implica cuatro dimensiones: subjetiva (¿qué siento?), biológica (¿qué ocurre en mi organismo?), funcional (¿para qué sirve?) y expresiva (¿cómo lo transmito?). Estas dimensiones forman la experiencia emocional.
La experiencia emocional es una parte fundamental del ser humano. Ser capaz de reconocer nuestras emociones, darles nombre, saber qué función tienen y cómo expresarlas es muy importante para la salud psicológica.
Durante mucho tiempo hemos reprimido ciertas expresiones emocionales mediante creencias populares, una de las más comunes, con la que todos estamos familiarizados, es “los hombres no lloran”. Con esta creencia estamos coartando la expresión de la tristeza, una emoción que inunda al individuo y que, mal gestionada, puede conllevar graves consecuencias.
Diferencia entre humor, emoción y sentimiento
Antes de seguir, es necesario hacer una distinción entre tres conceptos que muchas veces se utilizan aleatoriamente, incluso como sinónimos, pero que no lo son: humor, emoción y sentimiento. A grandes rasgos, el humor (o estado de ánimo), es un estado afectivo que dura días o semanas, se experimenta como algo difuso y radica en las creencias de la persona. La emoción tiene un inicio rápido, su duración suele ser corta y está muy relacionada con lo que ocurre en el exterior. Por último, el sentimiento es la experiencia subjetiva de la emoción, es decir, cómo siente cada uno sus emociones.
Emociones primitivas y emociones contemporáneas
Existen dos tipos de emociones: primarias y secundarias.
Las emociones primarias o básicas son aquellas que tuvieron una función adaptativa, es decir, que ayudaron a la especie a sobrevivir. Son de inicio rápido (a través de evaluación automática), se desencadenan por estímulos específicos, poseen una forma de procesamiento cognitivo propio y producen cambios expresivos y fisiológicos involuntarios. Hay diversas opiniones sobre cuáles son estas emociones, pero podemos decir que en este grupo se encuentran la alegría, la tristeza, el miedo, la sorpresa, el asco y la ira.
Por otra parte, las emociones secundarias, también denominadas sociales, son aquellas producto de la maduración del individuo, de su comprensión de las normas sociales y los valores personales. Es decir, son emociones que surgen cuando la persona comienza a ser consciente de lo que está bien y lo que está mal. Como os imaginaréis, esta lista es mucho más larga y engloba algunas como el orgullo, la culpa, la compasión, la vergüenza, los celos, la frustración, etc.
¿Para qué sirven las emociones?
En general, las emociones que consideramos positivas como la alegría no nos importa sentirlas y las aceptamos bien. Sin embargo, una pregunta muy común es ¿para qué sirve el miedo o la tristeza? ¿Y la ira?
En primer lugar debemos comprender que todas las emociones son necesarias aunque posteriormente le demos un valor positivo o negativo a cada una. Cada emoción tiene su función, y podríamos englobarlas en tres categorías:
- Función adaptativa: nos ayudan a ajustar nuestra conducta a nuevas demandas del entorno. Por ejemplo, un poco de activación o miedo nos ayuda a estar alerta y atentos en nuestro primer día de trabajo o en un examen.
- Función social: son fundamentales para la comunicación, en especial para la no verbal. Además, nuestras emociones influyen en cómo los demás se comportan con nosotros. Por ejemplo, la tristeza empuja a otras personas a apoyar o consolar.
- Función motivacional: emociones como la satisfacción por una tarea bien realizada nos impulsan a seguir adelante, igual que el miedo ante los peligros nos salva de cometer un acto dañino para la integridad personal.
Así, si nos sentamos a pensar qué función tiene cada emoción podremos determinarlo y saber si es adecuada para esa situación concreta o no.
¿Cuándo la emoción deja de ser adaptativa?
La emoción se convierte en disruptiva o desadaptativa cuando es muy intensa, inútil o inapropiada, cuando se da con mucha frecuencia o dura mucho tiempo. Es decir, cuando no sirve para ajustarse a la situación y mejorar el rendimiento, sino que nos inunda e impide la solución de problemas.
Por ejemplo, una ansiedad intensa y duradera ante la realización de un examen que provoca pérdidas de memoria momentáneas y bloqueos; la ira desproporcionada ante estímulos cotidianos (pequeños conflictos en la conducción, atascos, pequeñas discusiones de pareja o con los hijos, etc.) que nos llevan a conductas no apropiadas.
Como se observa en estos ejemplos, la emoción está inundando a la persona y no cumple ninguna de las funciones adaptativas anteriormente expuestas.
En conclusión, las emociones son procesos complejos que implican varias dimensiones de la persona y que, en ocasiones, no son fáciles de gestionar. Conocer qué son y cómo funcionan puede ayudar a tomar perspectiva y analizarlas de un modo más útil.
Conseguir una adecuada regulación emocional mejorará tu vida y tu salud, tanto física como psicológica.