El Alzheimer es una enfermedad neurodegenrativa en la que aparecen los síntomas de forma lenta y avanzan progresivamente a lo largo de los años. El origen de esta enfermedad todavía no se conoce, por lo que, por lo que sabemos, le puede tocar a cualquiera. Comienza afectando a las zonas del cerebro que se encargan del pensamiento, la memoria y el lenguaje. En esta primera fase, las personas presentan dificultades para recordar hechos recientes o nombres de sus allegados. El proceso sigue con la pérdida de fluidez en el lenguaje y los pacientes van necesitando ayuda en sus actividades cotidianas, como vestirse o cepillarse los dientes. Finalmente, la persona no se puede valer por sí misma debido a las alteraciones irreversibles que presenta, viéndose afectada también físicamente con rigidez muscular progresiva.
Además, los enfermos de Alzheimer presentan una gran angustia, sobre todo en primeras fases donde hay periodos de lucidez y se percatan de que algo no va bien. Sufren ansiedad, depresión y tienen episodios agresivos.
Todo esto sin olvidarnos de las personas que cuidan de ellos, a menudo familiares que se ven muy afectados por presenciar la degeneración progresiva de su ser querido y se complica por el propio desarrollo de la enfermedad, por la que cada vez es necesario más inversión de tiempo y energía, muchas veces desconociendo el manejo de los síntomas.
Por último, debemos recordar que la mejor forma de cuidar de una persona con Alzheimer pasa por “cuidar del cuidador”.
Seas o no cuidador, conocer esta enfermedad olvidada no está de más.
El diagnóstico precoz y las acciones preventivas son vitales para mejorar la evolución del Alzheimer. El conocimiento es la mejor forma de detección.
